Música para la ceremonia
Aunque debe ser más elaborada y extensa para el caso de la ceremonia católica, vale también para la celebrada en ayuntamiento o juzgado, a pesar de que en estos sitios no suelan dejar demasiada libertad fuera del guión establecido.
Hay tres momentos espectaculares en la boda que deben ir envueltos mágicamente por la música. Son: la entrada de la novia, el momento posterior a la declaración como marido y mujer, y el fin de la ceremonia. Otro también especial, por ser más largo, es el momento de la Comunión.
La marcha nupcial, ya sea la clásica de Mendelssohn o la de Lohengrin de Wagner, debe servir para la entrada de la novia en el templo, como aviso de que la ceremonia está presta a comenzar y para acompañar el avance principesco de la novia. Como alternativa a estas dos, se puede emplear el "Salutaris" de Beethoven o el Canticorum Jubilum de Haendel.
Durante la ceremonia la música debe ser la preferida por los novios, pero el Ave María de Schubert, el Gloria de Vivaldi, el Amén de Pergoseli o el Aleluya de Mozart, son clásicos y no suelen faltar. Una de estas piezas puede ser la elegida para el segundo momento especial, y las demás distribuirlas a lo largo del enlace.
Otras composiciones propuestas para el desarrollo son el Canticorum de Haendel que puede ser el elegido para la salida, o también del mismo compositor: "Lascia ch'io pianga (de Rinaldo), "Heil, Heil, Heil" (de Judas Macabeo) o "Largo". De Mozart: "Exultate, jubilate" de la Misa K437, Pieza Sacra número 2 de Mendelssohn o el "Ave Verum Hábeas".
Como despedida se puede optar por los ya citadas marchas del inicio, o el Aleluya del Mesías de Haendel, que produce una grata y bonita sensación a los asistentes.